En América Latina desde los tiempos de la colonia española y portuguesa el desarrollo se ha basado en aprovechar los recursos. La posición era utilitarista y materialista: se apuntaba a aprovechar al máximo los recursos naturales. Bajo esas condiciones, la posición dominante no incluía un componente ético referido a la Naturaleza; no existía una "ética ambiental". En general el ambiente era apenas concebido como una canasta de recursos a disposición de ser humano.
Existieron algunas posiciones minoritarias: en unos casos de corte conservacionista aunque orientados a evitar el “desperdicio” de recursos naturales, y por lo tanto encuadrados dentro del utilitarismo; en otros casos bajo una preocupación estética como demanda de protección de paisajes escénicos muy bellos.
En los últimos treinta años ha prevalecido esa estrategia utilitarista de aprovechamiento de los recursos naturales, al amparo del impulso de muchos gobiernos y de la promoción activa desde centros académicos y económicos, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de los bancos multilaterales de desarrollo.
Ese camino ha implicado fuertes cambios en la estructura y capacidades del Estado, mientras que simultáneamente se enfatizó el sector productivo primario: las fases industriales en algunos casos perdieron peso, y se expandió la extracción y exportación de recursos naturales sin procesamiento, o con escaso procesamiento (minería, hidrocarburos, agropecuaria, pesca, maderas, en América Latina y el Caribe, la sostenibilidad ambiental está cada vez más en riesgo y el deterioro ambiental se ha profundizado en los últimos treinta años. Los problemas ambientales más importantes de la región (degradación de tierras y bosques, de forestación, pérdida de hábitat y de biodiversidad, y contaminación del agua dulce, costas marítimas y atmósfera) están agravándose en términos generales.
Ello se evidencia con indicadores como la pérdida de biodiversidad, en especial de ecosistemas clave como los bosques tropicales. Se han degradado los suelos y el agua, mientras que ha aumentado la contaminación urbana.
A lo largo de los últimos años se ha generado un debate ético sobre el ambiente en América Latina, que ha ido incorporando tanto aspectos propios como tomando aquellos originados en otras regiones. Este debate siempre ha estado sometido a las tensiones de las demandas económicas y las respuestas que subvaloran los recursos naturales. A la vez, esas discusiones se han nutrido de preocupaciones referidas a la calidad de vida y la salud.
En esos debates se intercalan los eventos ambientales internacionales más importantes de los últimos cincuenta años, tales como las conferencias de Estocolmo (1972), Rio de Janeiro (1992) o Johannesburgo (2002). Todos estos eventos se han dado en el marco de la ONU, cuya estructura ha permitido recibir preocupaciones y en algunos casos amplificarlas.
Recordemos que la carta de las Naciones Unidas, que entró en vigor en 1945, permite avanzar por el camino hacia un desarrollo sostenible, y no es contraria a éste. Obviamente el énfasis de aquellos años estaba en la paz internacional, en lograr un sistema de derechos y obligaciones mutuas entre las naciones, y en promover diversos derechos humanos.
Para finalizar Latinoamerica debe apuntar al desarrollo socio-económico de las naciones ya que esto hace parte del proceso de globalización, pero sin dejar de lado el cuidado que requiere no solamente la región latinoamericana sino el mundo en general.